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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

viernes, 10 de junio de 2016

TODO ESTABA MUY TRANQUILO (cuento)


Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 23 de mayo de 2010

                                                          Para mis hijos, Isaac Eleazar y Yenny.


Porfirio Rengifo debió morir antes del amanecer. En la mañana lo encontró la maestra Petra, como a eso de las ocho, cuando le llevó el café cerrero como todos los días lo hacía.
El hombre ya estaba tieso y frío. En su rostro, la boca apenas entreabierta parecía esbozar una sonrisa.


 En la larga enfermedad que lo tumbó a una cama en la que no habría de levantarse jamás, pasó momentos terribles, que no siempre soportó con resignación y paciencia. Fue un hombre duro, lleno de vitalidad y energía. Un llanero de pura cepa, de los de antes.., capaz de realizar por si mismo las faenas más duras y arriesgadas de su hacienda.

Su piel morena se tornó amarillenta y su otrora musculoso cuerpo se fue convirtiendo poco a poco en un saco de huesos descarnados.


Petra no necesitó llegar hasta su cama para darse cuenta que ya Porfirio había dejado este mundo. Apenas pasó la puerta, en la suave penumbra del cuarto se reconocía ciertamente que la figura tendida, apenas insinuada, estaba demasiado quieta para estar viva.

La noche anterior Porfirio había sufrido un frío desacostumbrado e intenso que le hicieron castañetear los dientes. Las mantas que le habían echado encima en nada lograron aliviarlo. Se cerraron puertas y ventanas inútilmente. El calor llegó a ser tan intenso en el cuarto, que Petra y su hijo Miguelito sudaban a chorros, mientras que Porfirio temblaba acurrucado en el lecho.

Luego, después que le trajeran un caldo caliente pareció aliviarse y ya cerca de la medianoche el mismo se quitó las mantas y quedó cubierto solo con la sábana.

Esa noche Porfirio soñó como nunca antes lo había hecho. 
Soñó que vagaba por la sabana descalzo y bajo un fuerte aguacero. No encontraba cobijo alguno y estaba calado hasta los huesos.


-¡Qué noche tan mala! -exclamó furioso-. Los relámpagos centelleaban por doquier cegando la vista y los truenos ofendían sus oídos. Al instante, se percató de la inutilidad de esa marcha desquiciada.
Se detuvo, miró su cuerpo del pecho hasta los pies y se dio cuenta de que estaba completamente desnudo.

-¡Qué carajo estará pasando! -gritó con rabia e insolencia-. Se pasó las manos por el cuerpo para cerciorarse de su falta de vestido y al agacharse para alcanzar las pantorrillas sintió que las fuerzas le abandonaban y que caía y caía irremediablemente por un abismo profundo.

Cuando despertó, notó que no estaba ya en la cama. Descansaba placidamente en su propio chinchorro, que guindaba como siempre al fondo del corredor, donde acostumbraba a sestear en sus mejores tiempos.       
Se oían algunos murmullos dispersos y olía a flores. Para investigar de donde provenían esas voces, se sentó en su hamaca y encogiendo las piernas invirtió la posición del cuerpo.


Desde allí alcanzaba a ver la sala que con sus puertas abiertas dejaba ver un catafalco con una urna encima. A su alrededor se distinguían algunas personas. Había unas viejas sentadas en las sillas del comedor, mudadas a la sala y colocadas ordenadas contra la pared, que chismeaban en voz baja.


Hasta le pareció ver a su prima Remigia y su marido Pantaleón, que vivían en San Fernando. Al fondo, al lado de un gran crucifijo, con los brazos cruzados reconoció a su cuñado Hermenegildo, con su gruesa y corta figura era inconfundible. Próxima, vio a su hermana Leonor que vestida de luto, se apoyaba de brazos en el ataúd y lloraba como una niña. 

Ya no le quedó duda alguna de que era un velorio… -¿Pero a quién carrizo estarán velando? -se preguntó curioso-. Por respuesta oyó un corto llanto, luego un murmullo apagado y silencio después.

 Todo estaba muy tranquilo y hacía tiempo que no se sentía tan a gusto.


 -Si hay un muerto, que lo entierren, -dijo convencido y despreocupado-, estiró las piernas, se acomodó en el chinchorro y sin la menor prisa se dispuso a dormir…

jueves, 9 de junio de 2016

WILLIE



                                                                            
                      En aquellos años, ─ la década de los 70─  la República  Federal  Alemana  liderizaba, entre otras potencias  la  producción mundial  de bienes y servicios. La demanda de mano de obra superaba la oferta nacional y por ello se les  hizo  necesario emplear a trabajadores extranjeros. En Hamburgo tuve oportunidad de trabajar en diferentes actividades.  Una de ellas fue en una industria procesadora de café, la Tchibo Werke GMBH. De allí surge esta historia donde el protagonista es Willie, un  compañero de trabajo en aquella industria. El era ciudadano alemán y  ambos  laborábamos como  obreros en la sección que producía los envases plásticos, en  horario nocturno. Al finalizar la labor, a las siete de la mañana, todos los días,  Willie se iba a beber con sus compinches, hasta que se alcoholizaba y  luego se marchaba a su casa. Ya cuarentón, vivía solo en la casa que había sido de su madre, recientemente fallecida. El día de su cumpleaños, al salir del trabajo,  festejó en el bar con sus compañeros y como siempre salió  pasado de copas.  Yendo  a su casa,  se sintió inmensamente triste y más solo que nunca,  con una  soledad  que le era imposible  mitigar …   En aquel momento recordó a su madre,  con su protección y su consuelo  y se encaminó al  cementerio. Estaba nublado  y hacía frío.  Ya frente a la tumba, su mente  turbada por el alcohol,  sintió la   amada  presencia  y con irrefrenable impulso se arrojó sobre el sepulcro, buscando el  cobijo materno. Allí quedó profundamente  dormido largo rato;  abrazado al mármol,  quizás soñando con  caricias y  dulces palabras hasta que la voz del guardián le despertó diciéndole: − ¡Señor,  señor, despierte,      se tiene que retirar, ya es hora de cerrar!…….

       Entonces, el pobre Willie despertó temeroso levantando la cabeza. Estaba  todavía confuso y  aturdido por la borrachera….; y  tomando  al instante noción del lugar en que se encontraba,   se avergonzó  por su grotesca conducta…. Se incorporó  penosamente. Acomodó su  ropa  sin decir una palabra, ante la atenta mirada del guardián  y   con  paso  sufrido,  vacilante…, conciente ya de  su irremediable tristeza y  soledad ,  marchó  por una  larga  y desierta  acera,  bordeada de cruces,   buscando presuroso…  el  ansiado  portal del cementerio,  vigilado por un portero  que aguardaba impaciente su salida… 

WALDO DE LOS RIOS




                                     Mis hermanos y yo éramos socios del club de Gimnasia y Esgrima  de  Buenos Aires. A principios de los cincuenta, durante el verano mi abuela nos llevaba diariamente; temprano por la mañana a la piscina de la sede San Martín, en Palermo.
 Muchas veces al llegar encontrábamos a un muchacho, un poco mayor que yo, afectado en las piernas -incuestionablemente la secuela de la parálisis infantil. Practicaba natación, seguramente como terapia y siempre estaba acompañado por su madre, la  reconocida folklorista Martha de los Ríos. El era Waldo, que llegaría  con los años a ser un notable músico y director de orquesta.
  Pasan los años,  en 1977,  una noticia  nos conmueve:  Waldo de los Ríos se ha suicidado……Fue realmente triste que este excelente artista, que aún no había cumplido sus cuarenta y tres años de vida,   tomara esa  irremediable determinación.

 Hoy vino a mi mente este recuerdo, oyendo  un viejo  cassete de su música con mi hija Yenny. Ella se interesa  y  me pide que le grabe en un CD esas  melodías,  tiene 16 años y quiere agregar a su colección de discos de rock, la música clásica con las adaptaciones rítmicas que tan agradablemente creó nuestro talentoso y siempre recordado,…..Waldo de los Ríos. 

TITA MERELLO



                                                   Esta famosa y ya desaparecida artista,  que vivió casi hasta los cien años, ocupa un lugar encomiable en mis recuerdos. Conocí y traté a Tita,   cuando fungía de chofer de remise, (auto de alquiler), en la agencia Turismo Talcahuano de Buenos Aires  en 1970. Ella era una asidua pasajera que continuamente requería los servicios de la agencia.
 Siempre exigente y delicada, no toleraba muchas cosas que solían pasar inadvertidas para al generalidad de las personas. Al tratarla descubrí que para mantener una buena relación,  jamás había que contrariarla y menos aún permanecer indiferente y callado. Era menester saberla llevar con tacto y buen trato. Su neurosis era por sobre todo causada por la soledad y el hastío  Requería siempre que se la tratara con paciencia y cariño. Cuando ella percibía esas sensaciones cambiaba completamente y se transformaba en una mujer encantadora y amable. Era menester tratarla con naturalidad para que ella se sintiera a sus anchas.  Buena conversadora, de hablar menos y oír más, aceptaba y respetaba las opiniones aunque disintiera .de ellas. Su tono de voz era agradable, muy femenino, su léxico y su porte era el de una señora distinguida, salvo en aquellos momentos en que el arrabal, -algunas veces- por justificadas razones se le salía de cauce y no lograra dominarlo. En las ocasiones en que la traté, jamás mostró ese perfil.  Ella se debatía consigo misma  entre ser una dama que representaba a una mujer orillera o por el contrario una arrabalera con pretensiones de señora. En una oportunidad le confesó a un periodista que la entrevistaba, que ella en realidad no sabía si era una mina disfrazada de canyengue o por el contrario una grela  rea que se la daba de bacana.  En el escenario de la vida, ella se  representaba a si misma con una espontánea  naturalidad, franca sin tapujos y sin la menor afectación  Eso sí, en su trato era directa, sin eufemismos, muchas veces explosiva y rigurosa, excesos  de los que se arrepentía la mayoría de las veces con cierta inmediatez. Era en realidad una dama distinguida que rondaba los 66 años en aquellos tiempos. Se había hecho a si misma, desde abajo, soportando hasta lo insoportable con entereza, aguante, perseverancia y fe. Esta última era su tesoro más valioso. Jamás el destino la dejó en la estacada, porque su fe era inquebrantable. Esas eran sus principales virtudes y su personalidad se mostraba natural sin ocultar ningún sentimiento. En todos los viajes que coincidimos recuerdo con mucha claridad dos de ellos y ambos tienen que ver con un tema que la apasionaba, la muerte… Uno de ellos  fue  al cementerio de La Chacarita  donde conversamos sobre los vivos y los muertos y el otro  a un velorio.
Ella,  para esa época tenía un programa de televisión muy popular y que se transmitía diariamente. Era un programa sobre comentarios de actualidad, de entrevistas, de todo un poco, muy informal e improvisado aunque bien hecho. Entre los personajes que allí actuaban, había un perro. Era el perro de Tita. Se llamaba Corbata; era pequeño, inteligente y vivaracho. El intervenía ante las cámaras, sentado sobre el escritorio, con su dueña, que le hablaba y él respondía a sus preguntas,  atento y con los gestos propios de los de su especie. Era un personaje insustituible. En aquel viaje, Corbata acompañaba a Tita, venía con su correa.
 Cuando llegamos al velorio ya había oscurecido. Estábamos en la calle Independencia con la Av. Entre Ríos. Tita antes de bajar me dice que le cuide a Corbata, que le haga favor de bajarlo para  que haga  sus necesidades etc etc.
  Luego de un  rato, bajo del auto con Corbata, tomamos por la avenida Entre Ríos, paseando ante las vidrieras iluminadas de las tiendas. Cual sería mi sorpresa cuando veo a los transeúntes pararse observando al perro y exclamar CORBATA!!!, preguntándome inmediatamente si realmente lo era….. Lo asombroso para mi fue que fuera este animal reconocido en la vía pública  por varias personas que seguramente lo veían por primera vez personalmente, sin tener en su aspecto mucho que lo diferenciara  de sus congéneres.

 Regresamos al auto y esperamos que volviera Tita del velorio Luego de un  rato aparece ella. Compungida  acaricia a su perro que le lame la mano…, enciendo el motor, arranco, le comento lo sucedido y enjugándose las lágrimas con un pañuelo, me  responde lacónica, sosteniendo a Corbata sobre su regazo y con pocas ganas de hablar:  -Así es Juan, Corbata es muy popular..!

SALVADOR SERFATY




                                                 Era chaqueño, de La Leonesa,  un pueblo cercano  a Las Palmas. Este último  conocido por  su ingenio azucarero, donde  se encendió por primera vez un bombillo eléctrico en la Argentina.
 Por su apellido,  mostraba a todas luces su origen judío sefardí. Sus padres, con la esperanza de un futuro mejor emigraron de la Europa Oriental  y se establecieron en el nordeste argentino. Allí  nació y creció en el ambiente pobre y sacrificado de los inmigrantes. Al igual que  sus padres, se dedicó al comercio. Con su familia atendía una modesta bodega, (expendio de víveres) en La Leonesa, que en aquella época solo tenía calles de tierra.
 Vivía Salvador con su esposa y  sus dos hijos pequeños en una humilde vivienda detrás de la tienda. Allí llegamos, ―en respuesta a su  invitación―  juntamente con  un amigo.  Al no disponer de  un cuarto para alojarnos,  nos ofreció con toda  franqueza y generosidad, la única habitación de la casa, que ocupaba con su esposa e hijos, para que nos instalásemos en ella  sólo nosotros y ellos arreglarse en cualquier otro lugar.  A pesar de su insistencia,  obviamente no podíamos aceptarlo. Solo quedaba otra opción y era la tienda. Fue allí donde varias noches dormimos  sobre los austeros mostradores entre latas,  botellas y las demás provisiones que hacen a una bodega.
Era Salvador un alma noble y desinteresada. Se daba por entero con una simplicidad incondicional y bondadosa. Era humilde, austero  y comedido, dispuesto siempre a servir.  Nos carteábamos regularmente y algunas veces nos visitó en Buenos Aires. Después de un tiempo de incomunicación por mis viajes,  supe de su muerte,  por una carta de  su esposa; abnegada mujer de temple y sacrificio.

 Ya dando fin a estas líneas diremos que fue Salvador un personaje invalorable  de gratísima recordación. Un  amigo irremplazable, noble y sincero,  pleno de solidaridad   que hoy  evocamos con  afecto y emoción… 

RIO



                      Llegamos a Río de Janeiro, una mañana temprano, a bordo del Cristoforo Colombo, en viaje hacia Europa. Compartía la travesía con un amigo. Habíamos salido de Buenos Aires, hacía unos tres días. Allá en Río nos esperaba mi hermano Ricardo, en  la circunstancia de su estadía en esa ciudad y  en el muelle nos aguardaba. La permanencia de la nave en Río sería breve, partiríamos a las seis de la tarde. Ricardo estaba hospedado en casa de su amiga,  Elizeth Cardoso, una de las mejores vocalistas del Brasil.
            Ricardo era un excelente anfitrión, nos llevó con el carro de Eliseth a recorrer la ciudad. Visitamos la bella bahía con sus extensas playas, vimos desde abajo a  las  “favelas”y nos llevó hasta arriba en el “Pan de Azucar”, donde está el Corcovado.  Desde allí se contemplaba todo Río. Era la primera vez que visitaba Brasil, y ascendiendo en el cerro,  me sorprendió el verde de la  exuberante vegetación. Era distinto al conocido, mucho más puro y luminoso. Caminamos por las calles de Río, con el colorido propio de una ciudad tropical. Hay morros en casi toda la ciudad, tienen  un armonioso color ocre. He visto edificios de apartamentos con su  edificación  apoyada a ellos.  Entramos a una frutería y el exótico  olor de las frutas de la región  encantaba el ambiente. Ricardo hablaba un portugués fluido y con la entonación propia  de los “cariocas”, a tal grado que lo creían brasilero. Allí compramos unos exquisitos y aromáticos  mangos, −muy raros en Argentina−.
       Visitamos la casa de Elizeth, −ella estaba ausente−. Nos recibió su secretaria y persona de confianza: Lourdes, con ella y las demás personas de la casa  compartimos    un exquisito almuerzo típico brasilero y  coincidimos en una agradable sobremesa.
       Entrada la tarde, partimos hacia el puerto. Ricardo subió a bordo y gustamos de  unas bebidas en el bar. Después vino  la despedida,…. besos y abrazos hasta una nueva oportunidad para vernos y compartir. Fue un estupendo  día.

       Ya en plena navegación, el perfume del Brasil, no se apartaba de nuestro camarote, y siguió por un par de días más…..,  eran los mangos  que Ricardo nos había obsequiado, que con su fragancia intensa y particular nos invitaban a deleitarnos  con su agradable y   dulcísimo  sabor…

RAFAEL CAICEDO



                                                    Rafael murió  los primeros días del 99, si no recuerdo mal. Había estado internado por problemas cardíacos en el hospital Ranuárez Balza,  aquí en San Juan de los Morros y cuando ya parecía recuperado sobrevino un infarto del cual no se recuperó.
 No me enteré de estos hechos; ni de su enfermedad, ni de su muerte; sino al regreso de unas vacaciones en Cumaná,  que con mi familia realizamos. Al saberlo,   me dolió su partida inesperada, así como también,  que no hubiera habido un contacto durante su breve enfermedad. Se fue sin despedirse  Fue mi conclusión, que por  supuesto  era ilógica. En mi mente quedaba algo que no cuadraba e intuía que de alguna forma él habría de comunicarse conmigo, y así fue.
 Creo en los mensajes oníricos, en los cuales  la mente y solamente ella es la  creadora de situaciones que provienen de nuestra psiquis. Pero esto fue diferente.  A los pocos meses de su partida al mas allá, cuando ya habíamos aceptado su no presencia, una noche cualquiera sueño con él.
  Aparece en la escena muy contrariado y desconforme. Al preguntarle como está  me responde: Que mal,  que no se encuentra satisfecho… Nada más.
 Pasan los meses y una noche vuelvo a soñar con él nuevamente.  Está vez está sereno y feliz.  Me manifiesta  con seguridad,  que se siente  realmente bien  y conforme. También expresa  que quiere presentarme  a su papá;  (según sus propias palabras) Imagino que es el que fue su verdadero padre; pero no. Es un hombrecito de aspecto hindú,  vestido con un taparrabo y un manto anaranjado sobre sus hombros, que  sonríe sin pronunciar palabra alguna.  Rafaél  me manifiesta que su padre va ahora a meditar. (Después deduje que el aspecto del hombrecito   correspondía con la descripción que Rafael, --estando vivo-- me hizo sobre  el  que fue su maestro espiritual.)
Nos encaminamos los tres a una gran explanada que está sobre una playa y frente al mar. El hombrecito se adelanta, cubre el suelo con su manto,  se sienta sobre el mismo, adoptando la posición yoga  y se dispone a la meditación.  Está amaneciendo,  todo es  paz y serenidad.  Suaves olas llegan mansamente a la orilla una tras otra,    reflejando los  infinitos colores de un  extenso, brillante  y espectacular cielo…..Eso fue todo.

 Desperté y fui fijando en la memoria todo el acontecer del sueño. Fue, ―a mi entender― una revelación,  un  encuentro en otra dimensión  con Rafael,  y   para concluir debo decir que sabía que  iba a ser definitivo, que ya no volvería a soñar con él.  Precisamente porque  lo acontecido en el sueño, representaba para Rafaél  un cambio de escenario. Allí se hallaba implícito  el “hasta luego”  necesario entre dos amigos…