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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

RIO



                      Llegamos a Río de Janeiro, una mañana temprano, a bordo del Cristoforo Colombo, en viaje hacia Europa. Compartía la travesía con un amigo. Habíamos salido de Buenos Aires, hacía unos tres días. Allá en Río nos esperaba mi hermano Ricardo, en  la circunstancia de su estadía en esa ciudad y  en el muelle nos aguardaba. La permanencia de la nave en Río sería breve, partiríamos a las seis de la tarde. Ricardo estaba hospedado en casa de su amiga,  Elizeth Cardoso, una de las mejores vocalistas del Brasil.
            Ricardo era un excelente anfitrión, nos llevó con el carro de Eliseth a recorrer la ciudad. Visitamos la bella bahía con sus extensas playas, vimos desde abajo a  las  “favelas”y nos llevó hasta arriba en el “Pan de Azucar”, donde está el Corcovado.  Desde allí se contemplaba todo Río. Era la primera vez que visitaba Brasil, y ascendiendo en el cerro,  me sorprendió el verde de la  exuberante vegetación. Era distinto al conocido, mucho más puro y luminoso. Caminamos por las calles de Río, con el colorido propio de una ciudad tropical. Hay morros en casi toda la ciudad, tienen  un armonioso color ocre. He visto edificios de apartamentos con su  edificación  apoyada a ellos.  Entramos a una frutería y el exótico  olor de las frutas de la región  encantaba el ambiente. Ricardo hablaba un portugués fluido y con la entonación propia  de los “cariocas”, a tal grado que lo creían brasilero. Allí compramos unos exquisitos y aromáticos  mangos, −muy raros en Argentina−.
       Visitamos la casa de Elizeth, −ella estaba ausente−. Nos recibió su secretaria y persona de confianza: Lourdes, con ella y las demás personas de la casa  compartimos    un exquisito almuerzo típico brasilero y  coincidimos en una agradable sobremesa.
       Entrada la tarde, partimos hacia el puerto. Ricardo subió a bordo y gustamos de  unas bebidas en el bar. Después vino  la despedida,…. besos y abrazos hasta una nueva oportunidad para vernos y compartir. Fue un estupendo  día.

       Ya en plena navegación, el perfume del Brasil, no se apartaba de nuestro camarote, y siguió por un par de días más…..,  eran los mangos  que Ricardo nos había obsequiado, que con su fragancia intensa y particular nos invitaban a deleitarnos  con su agradable y   dulcísimo  sabor…

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