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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

RAFAEL CAICEDO



                                                    Rafael murió  los primeros días del 99, si no recuerdo mal. Había estado internado por problemas cardíacos en el hospital Ranuárez Balza,  aquí en San Juan de los Morros y cuando ya parecía recuperado sobrevino un infarto del cual no se recuperó.
 No me enteré de estos hechos; ni de su enfermedad, ni de su muerte; sino al regreso de unas vacaciones en Cumaná,  que con mi familia realizamos. Al saberlo,   me dolió su partida inesperada, así como también,  que no hubiera habido un contacto durante su breve enfermedad. Se fue sin despedirse  Fue mi conclusión, que por  supuesto  era ilógica. En mi mente quedaba algo que no cuadraba e intuía que de alguna forma él habría de comunicarse conmigo, y así fue.
 Creo en los mensajes oníricos, en los cuales  la mente y solamente ella es la  creadora de situaciones que provienen de nuestra psiquis. Pero esto fue diferente.  A los pocos meses de su partida al mas allá, cuando ya habíamos aceptado su no presencia, una noche cualquiera sueño con él.
  Aparece en la escena muy contrariado y desconforme. Al preguntarle como está  me responde: Que mal,  que no se encuentra satisfecho… Nada más.
 Pasan los meses y una noche vuelvo a soñar con él nuevamente.  Está vez está sereno y feliz.  Me manifiesta  con seguridad,  que se siente  realmente bien  y conforme. También expresa  que quiere presentarme  a su papá;  (según sus propias palabras) Imagino que es el que fue su verdadero padre; pero no. Es un hombrecito de aspecto hindú,  vestido con un taparrabo y un manto anaranjado sobre sus hombros, que  sonríe sin pronunciar palabra alguna.  Rafaél  me manifiesta que su padre va ahora a meditar. (Después deduje que el aspecto del hombrecito   correspondía con la descripción que Rafael, --estando vivo-- me hizo sobre  el  que fue su maestro espiritual.)
Nos encaminamos los tres a una gran explanada que está sobre una playa y frente al mar. El hombrecito se adelanta, cubre el suelo con su manto,  se sienta sobre el mismo, adoptando la posición yoga  y se dispone a la meditación.  Está amaneciendo,  todo es  paz y serenidad.  Suaves olas llegan mansamente a la orilla una tras otra,    reflejando los  infinitos colores de un  extenso, brillante  y espectacular cielo…..Eso fue todo.

 Desperté y fui fijando en la memoria todo el acontecer del sueño. Fue, ―a mi entender― una revelación,  un  encuentro en otra dimensión  con Rafael,  y   para concluir debo decir que sabía que  iba a ser definitivo, que ya no volvería a soñar con él.  Precisamente porque  lo acontecido en el sueño, representaba para Rafaél  un cambio de escenario. Allí se hallaba implícito  el “hasta luego”  necesario entre dos amigos…

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