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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

TITA MERELLO



                                                   Esta famosa y ya desaparecida artista,  que vivió casi hasta los cien años, ocupa un lugar encomiable en mis recuerdos. Conocí y traté a Tita,   cuando fungía de chofer de remise, (auto de alquiler), en la agencia Turismo Talcahuano de Buenos Aires  en 1970. Ella era una asidua pasajera que continuamente requería los servicios de la agencia.
 Siempre exigente y delicada, no toleraba muchas cosas que solían pasar inadvertidas para al generalidad de las personas. Al tratarla descubrí que para mantener una buena relación,  jamás había que contrariarla y menos aún permanecer indiferente y callado. Era menester saberla llevar con tacto y buen trato. Su neurosis era por sobre todo causada por la soledad y el hastío  Requería siempre que se la tratara con paciencia y cariño. Cuando ella percibía esas sensaciones cambiaba completamente y se transformaba en una mujer encantadora y amable. Era menester tratarla con naturalidad para que ella se sintiera a sus anchas.  Buena conversadora, de hablar menos y oír más, aceptaba y respetaba las opiniones aunque disintiera .de ellas. Su tono de voz era agradable, muy femenino, su léxico y su porte era el de una señora distinguida, salvo en aquellos momentos en que el arrabal, -algunas veces- por justificadas razones se le salía de cauce y no lograra dominarlo. En las ocasiones en que la traté, jamás mostró ese perfil.  Ella se debatía consigo misma  entre ser una dama que representaba a una mujer orillera o por el contrario una arrabalera con pretensiones de señora. En una oportunidad le confesó a un periodista que la entrevistaba, que ella en realidad no sabía si era una mina disfrazada de canyengue o por el contrario una grela  rea que se la daba de bacana.  En el escenario de la vida, ella se  representaba a si misma con una espontánea  naturalidad, franca sin tapujos y sin la menor afectación  Eso sí, en su trato era directa, sin eufemismos, muchas veces explosiva y rigurosa, excesos  de los que se arrepentía la mayoría de las veces con cierta inmediatez. Era en realidad una dama distinguida que rondaba los 66 años en aquellos tiempos. Se había hecho a si misma, desde abajo, soportando hasta lo insoportable con entereza, aguante, perseverancia y fe. Esta última era su tesoro más valioso. Jamás el destino la dejó en la estacada, porque su fe era inquebrantable. Esas eran sus principales virtudes y su personalidad se mostraba natural sin ocultar ningún sentimiento. En todos los viajes que coincidimos recuerdo con mucha claridad dos de ellos y ambos tienen que ver con un tema que la apasionaba, la muerte… Uno de ellos  fue  al cementerio de La Chacarita  donde conversamos sobre los vivos y los muertos y el otro  a un velorio.
Ella,  para esa época tenía un programa de televisión muy popular y que se transmitía diariamente. Era un programa sobre comentarios de actualidad, de entrevistas, de todo un poco, muy informal e improvisado aunque bien hecho. Entre los personajes que allí actuaban, había un perro. Era el perro de Tita. Se llamaba Corbata; era pequeño, inteligente y vivaracho. El intervenía ante las cámaras, sentado sobre el escritorio, con su dueña, que le hablaba y él respondía a sus preguntas,  atento y con los gestos propios de los de su especie. Era un personaje insustituible. En aquel viaje, Corbata acompañaba a Tita, venía con su correa.
 Cuando llegamos al velorio ya había oscurecido. Estábamos en la calle Independencia con la Av. Entre Ríos. Tita antes de bajar me dice que le cuide a Corbata, que le haga favor de bajarlo para  que haga  sus necesidades etc etc.
  Luego de un  rato, bajo del auto con Corbata, tomamos por la avenida Entre Ríos, paseando ante las vidrieras iluminadas de las tiendas. Cual sería mi sorpresa cuando veo a los transeúntes pararse observando al perro y exclamar CORBATA!!!, preguntándome inmediatamente si realmente lo era….. Lo asombroso para mi fue que fuera este animal reconocido en la vía pública  por varias personas que seguramente lo veían por primera vez personalmente, sin tener en su aspecto mucho que lo diferenciara  de sus congéneres.

 Regresamos al auto y esperamos que volviera Tita del velorio Luego de un  rato aparece ella. Compungida  acaricia a su perro que le lame la mano…, enciendo el motor, arranco, le comento lo sucedido y enjugándose las lágrimas con un pañuelo, me  responde lacónica, sosteniendo a Corbata sobre su regazo y con pocas ganas de hablar:  -Así es Juan, Corbata es muy popular..!

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