Esta famosa y ya desaparecida artista, que vivió casi hasta los cien años, ocupa un
lugar encomiable en mis recuerdos. Conocí y traté a Tita, cuando
fungía de chofer de remise, (auto de alquiler), en la agencia Turismo
Talcahuano de Buenos Aires en 1970. Ella
era una asidua pasajera que continuamente requería los servicios de la agencia.
Siempre exigente y delicada, no toleraba
muchas cosas que solían pasar inadvertidas para al generalidad de las personas.
Al tratarla descubrí que para mantener una buena relación, jamás había que contrariarla y menos aún permanecer
indiferente y callado. Era menester saberla llevar con tacto y buen trato. Su
neurosis era por sobre todo causada por la soledad y el hastío Requería siempre que se la tratara con
paciencia y cariño. Cuando ella percibía esas sensaciones cambiaba
completamente y se transformaba en una mujer encantadora y amable. Era menester
tratarla con naturalidad para que ella se sintiera a sus anchas. Buena conversadora, de hablar menos y oír
más, aceptaba y respetaba las opiniones aunque disintiera .de ellas. Su tono de
voz era agradable, muy femenino, su léxico y su porte era el de una señora
distinguida, salvo en aquellos momentos en que el arrabal, -algunas veces- por
justificadas razones se le salía de cauce y no lograra dominarlo. En las
ocasiones en que la traté, jamás mostró ese perfil. Ella se debatía consigo misma entre ser una dama que representaba a una
mujer orillera o por el contrario una arrabalera con pretensiones de señora. En
una oportunidad le confesó a un periodista que la entrevistaba, que
ella en realidad no sabía si era una mina disfrazada de canyengue o por el
contrario una grela rea que se la daba
de bacana. En el escenario de la
vida, ella se representaba a si misma
con una espontánea naturalidad, franca
sin tapujos y sin la menor afectación Eso
sí, en su trato era directa, sin eufemismos, muchas veces explosiva y rigurosa,
excesos de los que se arrepentía la
mayoría de las veces con cierta inmediatez. Era en realidad una dama
distinguida que rondaba los 66 años en aquellos tiempos. Se había hecho a si
misma, desde abajo, soportando hasta lo insoportable con entereza, aguante,
perseverancia y fe. Esta última era su tesoro más valioso. Jamás el destino la
dejó en la estacada, porque su fe era inquebrantable. Esas eran sus principales
virtudes y su personalidad se mostraba natural sin ocultar ningún sentimiento. En
todos los viajes que coincidimos recuerdo con mucha claridad dos de ellos y
ambos tienen que ver con un tema que la apasionaba, la muerte… Uno de ellos fue al
cementerio de La Chacarita donde conversamos sobre los vivos y los
muertos y el otro a un velorio.
Ella,
para esa época tenía un programa de
televisión muy popular y que se transmitía diariamente. Era un programa sobre
comentarios de actualidad, de entrevistas, de todo un poco, muy informal e
improvisado aunque bien hecho. Entre los personajes que allí actuaban, había un
perro. Era el perro de Tita. Se llamaba Corbata; era pequeño, inteligente y
vivaracho. El intervenía ante las cámaras, sentado sobre el escritorio, con su
dueña, que le hablaba y él respondía a sus preguntas, atento y con los gestos propios de los de su
especie. Era un personaje insustituible. En aquel viaje, Corbata acompañaba a
Tita, venía con su correa.
Cuando llegamos al velorio ya había
oscurecido. Estábamos en la calle Independencia con la
Av. Entre Ríos. Tita antes de bajar me dice
que le cuide a Corbata, que le haga favor de bajarlo para que haga sus necesidades etc etc.
Luego
de un rato, bajo del auto con Corbata,
tomamos por la avenida Entre Ríos, paseando ante las vidrieras iluminadas de
las tiendas. Cual sería mi sorpresa cuando veo a los transeúntes pararse observando
al perro y exclamar CORBATA!!!, preguntándome inmediatamente si realmente lo
era….. Lo asombroso para mi fue que fuera este animal reconocido en la vía
pública por varias personas que
seguramente lo veían por primera vez personalmente, sin tener en su aspecto
mucho que lo diferenciara de sus congéneres.
Regresamos al auto y esperamos que volviera
Tita del velorio Luego de un rato
aparece ella. Compungida acaricia a su
perro que le lame la mano…, enciendo el motor, arranco, le comento lo sucedido
y enjugándose las lágrimas con un pañuelo, me responde lacónica, sosteniendo a Corbata sobre
su regazo y con pocas ganas de hablar: -Así
es Juan, Corbata es muy popular..!
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