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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

QUICO





                      Era  ayudante de pastelero en las “Bellas Artes”. Había llegado de su Paraguay natal, atraído por la esperanza de un mejor destino  que prometía Buenos Aires, como a tantos otros inmigrantes. Era de pequeña estatura, con un sonrojo constante en su rostro, quizás, el reflejo de una timidez inocultable. Quico se sentía porteño a todas luces  y el tango lo cautivaba tanto, que  no le bastaba con oírlo….., soñaba  con ser músico……, y  siendo admirador de Anibal Troilo (Pichuco),   había elegido…. el bandoneón……. Compró un instrumento de ocasión  y tomó clases con un profesor. Tocaba de oído “Quejas de bandoneón”, e interpretaba ese tango a cuanta reunión asistía. Los que lo oíamos, le pedíamos otras piezas……..Imposible…, era lo único de su repertorio…., y lo confesaba avergonzado. Luego supimos que   aunque lo intentó con esfuerzo,  no logró memorizar ninguna otra pieza. Hoy,  a la distancia, en la comprensión que nos da el tiempo,  pienso, que a Quico, en el fondo,  solo le bastaba con ejecutar ese inolvidable tango…..,−que sin duda era su preferido−…. y  que su admirado Pichuco, sabía interpretar con inigualable talento y   maestría…

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