A
RICARDO NO LE GUSTABA LA
COLIMBA
Ricardo
es mi hermano y colimba es −en lenguaje
vulgar o coloquial− el servicio militar
obligatorio, que existió en la
Argentina hasta la guerra de Las Malvinas. Esta anécdota
trata de cuando a Ricardo le tocó servir en el Ejército.
Lo destinaron
al Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín, afamado cuerpo
militar de vistoso uniforme de época. El pertenecer a ese cuerpo significaba un orgullo. Llegó el día de incorporarse y lo
despedimos deseándole toda la suerte del mundo
.
Durante un mes, apenas tuvimos noticias, hasta que llegó el día de la primera
visita. Fueron mis padres al cuartel y
encontraron a Ricardo muy contrariado con la experiencia militar. Mi padre
preocupado le aconsejó que se tranquilizara
y le prometió buscarle solución. Para ello recurrió a una relación que era más
que apropiada. Era la primera dama, la
esposa del Dr. Arturo Illia, Presidente de la República , a quien
conocía de trato. Ella prometió ayudarle para cuando acabara el período de tres
meses que abarcaba la instrucción militar obligatoria, que debía cumplir a
cabalidad en la unidad donde fue destinado
.
Cuando Ricardo conoció la noticia se molestó y apostó que con sus propios
medios iba a lograr ser dado de baja o algo por el estilo. Por supuesto no lo
consiguió, pero si, realmente e increíblemente logró ser el mejor soldado de
su batallón. Según él todas las felicitaciones obtenidas eran producto de la casualidad o de
la apreciación errada de sus superiores. Pondremos algunos ejemplos:
El cuerpo de granaderos es de caballería y
toda la instrucción tiene que ver con los caballos. Ricardo no había sido nunca
un buen jinete, sin embargo era el primero en realizar las maniobras mas
arriesgadas, con una temeridad asombrosa, que según sus palabras –“lo hacía para
lesionarse y así conseguir la baja”. En otra oportunidad durante la proyección
de una película para esparcimiento de la tropa, se sintió a disgusto y triste.
Para mitigar su pena fue a
la cuadra donde estaba su caballo. El
animal estaba echado descansando y Ricardo se echa a su lado acariciándole la
testuz. Sorpresivamente pasa el coronel veterinario que al interrogarlo sobre
su presencia allí, Ricardo le responde,
a modo de excusa, que estaba intranquilo por su caballo y decidió venir a
vigilarlo. Era una respuesta lógica a una abnegada tarea que por
supuesto le valió un reconocimiento. Hay otros hechos parecidos que lo destacan
entre sus compañeros con toda justicia y
mérito. Es entonces que Ricardo se
convierte en el conscripto más distinguido de su unidad.
Así
llegamos al final de la instrucción y el cambio de destino que había prometido
la primera dama. Una mañana, mi hermano
es notificado de presentarse ante el coronel, comandante de su unidad. Se
presenta en su despacho y después de los formalismos de rigor es interrogado
por su superior que tiene en sus manos el oficio para trasladarlo a otra unidad
e imagina que es una gestión promovida por familiares del conscripto. Está
molesto con lo que acaba de recibir, pero tiene la esperanza, mas aún, la certeza de que Ricardo, ―dadas sus
calificaciones―, no estará de acuerdo
con su transferencia y le dice algo parecido a
lo que aquí transcribo: ―Soldado, me ha llegado un oficio de traslado de
destino para ud., y pienso que seguramente no estará de acuerdo con ello y
sigue. ―Ud. no está obligado a irse, si no es su voluntad.. Y para terminar le
dice ….. :―¿Cuál es su decisión soldado? ―Disculpe mi coronel,…… he decidido
aceptar el traslado…. Fue la firme respuesta de Ricardo. Entonces el coronel, mas confundido que
irritado, no comprendiendo que un conscripto tan calificado, que prometía mejores distinciones tomara esa
determinación tan sorprendente; ―cavilando― queda observándolo en silencio……. Ahora ya, además está triste y frustrado….. Guardando
su investidura, no le queda otro remedio que aceptar que ha perdido y da por
terminado el asunto.
Ricardo fue destinado como asistente y chofer
de un oficial de marina, que por el peso de la recomendación casi no lo ocupaba
y salió en la primera baja. Y así damos por finalizado este recuerdo y dudando pensamos: ―¿Sería cierto que a Ricardo
no le gustaba la colimba……..?
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