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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

FRIEDICH GULDA





                                               Este excelente pianista de música clásica y de jazz;  en los finales de los cincuenta ya  era considerado el mejor intérprete de Beethoven.
  Se presentó en el Musikhalle, de Hamburgo, en la Grosser Saal, en el 74. Tenía un público bastante informal, aunque conocedor, precisamente por la informalidad que él mismo practicaba. El día del concierto llovió a cántaros durante casi toda la jornada, y al atardecer cuando se creía que escamparía se intensificó aún más. A  la hora de la presentación el tiempo atmosférico  era lo más parecido a un diluvio.
  Asistí con un amigo; teníamos localidades para los palcos altos,  económicamente más accesibles que las de la platea,  próximas al escenario. Había poco público, debido al mal tiempo, y casi todos en la parte alta. La platea estaba prácticamente vacía. En  el ancho escenario, -que  carece de telón-,  lucía solitario un brillante y oscuro Steinway.
  Se demoró el inicio seguramente esperando más aforo.  Se intensificaron  las luces del proscenio y por una puerta lateral  aparece Gulda, que es  todo  informalidad. Al trote se acerca  al piano. Esta vestido con un pantalón de corderoy  muy arrugado y  un sueter de cuello de tortuga,  todo ello negro. Luego de saludar escuetamente se sienta y empieza a desgranar un racimo de notas, que interrumpe de repente y dirigiéndose al público de la parte alta…, nos invita a bajar a la platea. Bajamos apresuradamente y ruidosamente, para ubicarnos cercanos a él. Principió  improvisando jazz, llevaba el compás moviendo una pierna intensamente.  Se concentraba en la ejecución  y en su  frente se dilataba una vena   en sentido vertical Era un interprete magnífico, con mucha técnica e inspiración.  El público versado en música disfrutó largamente.  Tocó más de una hora y media  hasta que hizo el intervalo. Reanudó  combinando piezas clásicas y de jazz, durante otra hora más. Hizo bis tres veces, del segundo al tercero fue aplaudido y ovacionado durante casi media hora. Cuando terminó, saludó y por señas dio a entender que no iba a salir más. A pesar de ello el público pidió  bis largo rato…, sin resultado. Lo que empezó pasadas las ocho finalizó  más allá de medianoche.

  Fue un concierto como pocos, se aunaron dos calidades indiscutibles: un músico genial y un público mayoritariamente exigente,  y todo ello por causa de una obstinada lluvia  que no logró evitar  la concurrencia  de aquellos apasionados y  verdaderos entusiastas  de  la buena música.   

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