Este
excelente pianista de música clásica y de jazz; en los finales de los cincuenta ya era considerado el mejor intérprete de
Beethoven.
Se
presentó en el Musikhalle, de Hamburgo, en la Grosser Saal , en el 74. Tenía
un público bastante informal, aunque conocedor, precisamente por la
informalidad que él mismo practicaba. El día del concierto llovió a cántaros
durante casi toda la jornada, y al atardecer cuando se creía que escamparía se
intensificó aún más. A la hora de la
presentación el tiempo atmosférico era
lo más parecido a un diluvio.
Asistí
con un amigo; teníamos localidades para los palcos altos, económicamente más accesibles que las de la
platea, próximas al escenario. Había
poco público, debido al mal tiempo, y casi todos en la parte alta. La platea
estaba prácticamente vacía. En el ancho
escenario, -que carece de telón-, lucía solitario un brillante y oscuro Steinway.
Se
demoró el inicio seguramente esperando más aforo. Se intensificaron las luces del proscenio y por una puerta
lateral aparece Gulda, que es todo informalidad. Al trote se acerca al piano. Esta vestido con un pantalón de
corderoy muy arrugado y un sueter de cuello de tortuga, todo ello negro. Luego de saludar escuetamente
se sienta y empieza a desgranar un racimo de notas, que interrumpe de repente y
dirigiéndose al público de la parte alta…, nos invita a bajar a la platea. Bajamos
apresuradamente y ruidosamente, para ubicarnos cercanos a él. Principió improvisando jazz, llevaba el compás moviendo
una pierna intensamente. Se concentraba en
la ejecución y en su frente se dilataba una vena en
sentido vertical Era un interprete magnífico, con mucha técnica e inspiración. El público versado en música disfrutó
largamente. Tocó más de una hora y media
hasta que hizo el intervalo. Reanudó combinando piezas clásicas y de jazz, durante
otra hora más. Hizo bis tres veces, del segundo al tercero fue aplaudido y
ovacionado durante casi media hora. Cuando terminó, saludó y por señas dio a
entender que no iba a salir más. A pesar de ello el público pidió bis largo rato…, sin resultado. Lo que empezó
pasadas las ocho finalizó más allá de
medianoche.
Fue un
concierto como pocos, se aunaron dos calidades indiscutibles: un músico genial
y un público mayoritariamente exigente, y
todo ello por causa de una obstinada lluvia
que no logró evitar la
concurrencia de aquellos apasionados y verdaderos entusiastas de la
buena música.
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