Con
este vocablo se designaba a los coches de plaza, descapotables que tirados por un caballo hacían un paseo por los bosques de Palermo, en Buenos
Aires.
Eran ya en aquella
época, (fin de los cuarenta y a principios de los cincuenta) un resabio del pasado. Luego, con el correr
del tiempo algunos de estos carruajes, ya desvencijados, circulaban por la ciudad como
humildes transportes de cargas, hasta que se prohibió la tracción a
sangre, pero eso fue a principio de los sesenta.
Recuerdo que con nuestra madre y mis hermanos
Marta y Ricardo paseábamos en ellos, por
Palermo, algunos soleados domingos, durante la ya distante niñez.
Se los encontraba frente a la Plaza Italia , sobre la avenida
Sarmiento, junto a la acera que bordea a La Rural.
Mi madre hábilmente regateaba con el cochero el costo del
viaje y casi siempre lograba el mayor
recorrido al menor precio, con el mejor
coche y el más presentable conductor.
Yo me sentaba adelante, soberbio, junto
al cochero y a veces a mi pedido, alguno me complacía dejándome llevar las riendas por breves momentos, por aquella
inolvidable y querida Buenos Aires, en el viejo Palermo, (que fue antaño hacienda del dictador
Rosas) con sus bosques, lagos, y jardines de cuidada belleza. Como eran el Rosedal, el Patio Andaluz, los cisnes, las
ocas, la confitería del Castillo, los botes de remo, etc., que recorríamos complacidos, disfrutando cándidamente
del paseo.
Felices años de la niñez en una ciudad grande y populosa, aunque amable y generosa, llena de encanto y simpatía………
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