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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

EL POLACO GOYENECHE





                                                           Así era conocido Roberto Goyeneche, uno de los grandes cantantes de tango.  Actuó durante muchos años con  la orquesta de otro grande: Anibal Troilo.  Tenía un estilo muy personal e  inconfundible. Ya para la época en que coincidimos, ―fue en Mar del Plata― tenía sus propios músicos y estaba presentándose en esta ciudad, en el invierno de 1973, según creo recordar. Estaba yo allí solo, y   tramitando unos engorrosos permisos municipales. Hacía bastante frío y  residía  en una enorme y deshabitada casa. Una  de esas  tardes,  particularmente gris y tediosa, salí para la panadería a buscar algo con que acompañar una bebida caliente. Era un pequeño local  cercano y cuando me están atendiendo, llega súbitamente el Polaco pidiendo bizcochos de grasa, (galleta para acompañar al mate). Vestía  de entrecasa  e insólitamente calzaba pantuflas. Sin duda viviría cerca y  quizás no  tendría a nadie para mandar  a comprar. Intuyo que estaría allí solo, y por flojera para cambiarse salió  con ese informal atuendo. Extraño, por ser  él   una reconocida figura. Su gesto era  hosco, y luego de atendido salió como entró: sin saludar. Quizás ese era su estilo, o por la pinta que traía querría pasar prontamente e  inadvertido. Yo también compré esos bizcochos y camino para la  casa,  quedé pensando sobre ese inesperado encuentro. Hoy,  rememorando, ―y al igual que con Borges y Cortazar― lamento no haberme atrevido  a dirigirle algunas palabras. Por la cara que traía sería poco probable que compartiéramos algunos mates,………..aunque realmente…,  nunca se sabe........  

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