En
este recuerdo intervienen estos dos
grandes escritores aunque en distintas situaciones de tiempo y espacio.
Empezaremos por Borges a principios de los sesenta. Lo vi., una tarde, en la
calle Maipú, en la acera, frente a la entrada
del edificio de apartamentos donde vivía.
Esperaba un taxi, e iba
acompañado, ―supongo― (ya estaba ciego), de un empleado de la Biblioteca Nacional , de la que era
director. Allí estaba él, grande, sublime, perfectamente erguido, bien trajeado, con su bastón y su mirada
vacía.
Una década después,
vi a Cortazar transitando por la calle
Florida, después de cruzar Corrientes,
acompañado por un amigo, con quien hablaba y gesticulaba. Vestía un traje
safari ―raro en Buenos Aires en aquella
época―. Venía en sentido contrario al
mío. Me detuve, observándolo venir, pasar frente mío y alejarse. Era alto, barbado, sencillamente
humano y natural.
En ambos
casos, pasados los años, lamenté haber
desaprovechado la oportunidad de
haberles expresado respetuosamente unas breves palabras de reconocimiento. Hoy,
que ya no soy tan tímido como ayer, ya no me pasan esas cosas. ―¿Será que ya no me
importa, o será que ya no hay escritores
de esos tamaños y valores…..?
No hay comentarios:
Publicar un comentario