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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

BILLIKEN




                        Los recuerdos  de mi primera infancia tienen que ver con Flores,  un barrio de Buenos Aires. Allá  un “barrio” equivale a lo que en Venezuela denominamos: “urbanización”. Está ubicado casi en el centro geográfico de la ciudad y es  una parroquia muy desarrollada  y organizada,  tanto ayer como hoy,   con importantes comercios,  moderna arquitectura y vida cultural propia, al igual de los mejores   barrios de Buenos Aires.   Pero no vamos a hablar aquí de ese barrio, sino de  recuerdos, de sucesos que ocurrieron en mi infancia, cuando allí vivíamos.

            La primera imagen que viene a mi memoria, es un apunte visual, que evoco con emoción y nostalgia:   Tenía unos seis años, me hallaba  en la acera, con mi papá y mis dos hermanos, Marta, de cuatro y Ricardo, de dos;  justo al frente de  la panadería “La Palma de Flores, −que era de mi padre−  en la esquina de Ramón L. Falcón y Pedernera. Era una mañana soleada y para más datos, un lunes.  Pasaba el vendedor de diarios con sus periódicos y revistas;  y mi padre,  que  estaba  con su impecable guardapolvo, −que es una bata blanca−     le pidió  el  “Billiken”, (salía los lunes) y me lo entregó, quizás por ser el mayor, para que lo  viera, con la lógica  certeza de que luego de verlo pasaría a las manos de mis otros dos  hermanos......Pero no fue así….. Ellos lloraban, pues también querían su revista……, y mi padre,   con ese amor  por sus hijos tan incondicional y generoso,  −complaciéndolos−  llamó  al diarero,  −que se alejaba− y le   pidió  dos  “Billiken” más…..   Mis hermanos, al instante dejaron  de llorar…,contentos  y  satisfechos con sus ojos aún  lacrimosos,  tomaron  cada uno su revista, con  una sonrisa alegre y espontánea,    propia de los niños cuando se los consienten y malcrían….

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