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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

BERLiN




                                               Durante nuestra estadía en Hamburgo, que compartimos en 1973 con mi hermano Ricardo, decidimos irnos de paseo un fin de semana  a Berlín. Para ello alquilamos un Volkswagen amarillo, nuevecito, y partimos un sábado temprano. En aquella época había dos Alemanias, la occidental, que era donde estábamos y la otra la del este o comunista. Después de pasar por Lübeck, la ciudad natal de Thomas Mann, se llegaba al límite geográfico de las dos naciones. Allí había un puesto aduanal donde revisaron documentos y vehículo; y autorizaron a continuar viaje hasta Berlín. Esta ciudad estaba dividida en dos, una occidental y la otra comunista y era como una isla dentro del territorio de Alemania Oriental. Se llegaba por una carretera, que constituía  un corredor vial, del que no nos podíamos apartar. Lo que veíamos a sus costados eran cuarteles militares, uno tras otro. Atravesamos algunos pueblos con un aspecto tan sórdido y miserable que nos parecía retroceder en el tiempo. En uno de ellos, -estaba clareando- vimos a una anciana barriendo una acera con una escoba similar a esas con que ilustran las escenas de brujas. Coincide esta vista con el paso de una vieja moto con sidecar, tripulada por militares con el típico casco alemán  de la segunda guerra. Parecía una escena cinematográfica de los años cuarenta. Este país estaba detenido en el tiempo. Más adelante al atravesar un paso a nivel, (ferrocarril), un policía motorizado intenta “cobrarnos”, por una inexistente infracción de tránsito. Así llegamos a Berlín Oriental, una ciudad nada comparable a la de la otra Alemania, sumamente moderna. Edificios vetustos, todo muy descuidado y sectores no reedificados,  pocos autos y pocas personas. La gente era  reservada,  con evidente temor a entablar alguna conversación con extraños. Pedimos a algunos transeúntes que nos tomaran una fotografía a ambos y no pudimos lograrlo.  Vimos por la calle una boda, a la usanza tradicional, en un coche antiguo y muy colorido tirado por caballos. Luego de recorrer  algunas partes de esa monótona ciudad llegamos  al puesto fronterizo para ingresar a Berlín occidental. Este puesto era militar y sumamente vigilado. Inspeccionaron el auto meticulosamente, buscando principalmente personas ocultas en la parte inferior del vehículo. Para ello usaban unos espejos provistos de ruedas y un largo mango que pasaban por debajo del auto. Miraban también por debajo de los asientos y en la maleta. Luego de revisarnos los pasaportes,  y preguntarnos las razones de la visita,   nos autorizaron el paso. Saliendo del lugar de estacionamiento, y dirigiéndonos a la salida, nos ocurre un fastidioso y hasta peligroso percance. Fuimos interceptados y obligados a detenernos,  al observar los guardias a Ricardo hablando ante un pequeño micrófono de un grabador en el que relataba “in situ” lo que sucedía. Llevaron a Ricardo y su grabador a unas oficinas y lo demoraron largo tiempo, el suficiente para que ellos oyeran lo grabado y estuvieran seguros de no existir nada sospechoso para la seguridad de su  régimen  totalitario. Nos maltrataron de  palabra,  principalmente una funcionaria que hablaba en castellano. De inmediato al salir de allí, entramos a Berlín Occidental, una maravillosa ciudad, limpia y ordenada, llena de parques y jardines, con amplias avenidas e imponentes  palacios.  Recorrimos  su notable urbanismo y arquitectura. Sus calles y boulevares, la zona de tiendas y restaurantes, y al anochecer vimos un Berlín con mucha vida nocturna,  pleno de luces y personas.  Alrededor de medianoche, estacionamos en la  famosa avenida Unter Den Linden -donde los nazis hacían sus desfiles- , en un lugar apropiado para aparcar y pasar la noche. Hacía frío, pero teníamos nuestros sacos de dormir. Nada ni nadie nos molestó, dormimos tranquilamente Allí mismo unas jóvenes y bellas prostitutas, llegaban, estacionaban su carro y se exhibían al costado de la vía en busca de clientes.    Despertamos con el sol alto y nos fuimos a asear a una estación ferroviaria próxima. Caminando por el largo andén, rumbo a los baños, vimos a lo lejos  a una pareja besándose apasionadamente;  al acercarnos notamos  que son dos varones  jóvenes,  -raro para nosotros en aquella época- que no se inmutan  por nuestra presencia.  Era domingo  y disponíamos de todo el día. Visitamos la  iglesia del kaiser Guillermo, que son ruinas no reconstruidas, para dejar testimonio de la  atrocidad de la guerra.  Recorrimos los jardines y parques. Visitamos la monumental puerta de Brandenburgo,  cerrada al público, por estar en el sector oriental. Fue posible verla, tras cercas metálicas.   Otra visita obligada fue al Muro de Berlín. Como sabemos fue una pared de cuatro metros de altura que dividía la ciudad. Mas allá del muro se divisaban las torres de vigilancia y tomándole una foto a Ricardo intento que salga en la toma las referidas torres. Estoy enfocando con la cámara, cuando un señor me da un empujón  hacia delante, gritándome: --¡Cuidado!, y luego me explica: --Uno de los  guardias lo estaba observando con los prismáticos, mientras el otro se disponía a apuntarme con su fusil—Quedé atónito, nada de eso había notado, como tampoco creía que fueran capaces de disparar para el otro lado de ese bochornoso muro. Visitamos el zoológico, era  y creo que todavía es,  el mas grande del mundo. Los animales están en lugares especialmente acondicionados en relación a la temperatura, humedad y medio dominante, semejante a los que ellos naturalmente viven. Dentro del zoológico  coincidía  el famoso  circo  Ringling Brothers.  Gratísima sorpresa encontrar allí esta prestigiosa  carpa, con un espectáculo  de una extraordinaria calidad que disfrutamos gratamente.  Antes del atardecer decidimos partir, para llegar aún de día a Hamburgo. Nos dirigimos hacia el puesto fronterizo y mientras esperábamos en la cola de autos, no me pude contener de tomarle con disimulo unas fotos a las instalaciones militares, principalmente antitanques, que allí había y que estaban expresamente prohibido. (Lo hice por desquite o represalia).  Hoy reconozco que fue un acto temerario e imprudente, no me quiero ni remotamente imaginar, que hubiera ocurrido si me hubieran descubierto. Y así nos despedimos de Berlín, una importante ciudad, con muchísimos  lugares de interés; algunos que lamentablemente el recuerdo es impreciso o que sencillamente olvidé y otros  que no pudimos apreciar  en su totalidad  dada la brevedad de nuestra visita.  

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