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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

PASCUAL



                                   Se llamaba Francisco Pascual, era un hombre sencillo  y respetuoso,  y en la “Bellas Artes”, hacía diversos oficios, fue entre otras cosas,  el portero del “Salón de Fiestas”, que con un elegante uniforme controlaba la puerta de aquel grato y recordado lugar, ya distante en el tiempo.  De aquella época, de mi adolescencia,  es este recuerdo.
            Pascual, se ocupaba también del mantenimiento del Salón, después de las fiestas,  y un  principio de semana,  luego de una boda que se festejó el sábado anterior,  estaba  haciendo por la mañana su trabajo de aseo,  cuando recibimos  en el negocio,  una inesperada  llamada  telefónica de él mismo, preguntando por don José,  mi padre.
            El diálogo que se desarrolló en esa comunicación, al tomar mi padre el auricular y contestar fue  mas o menos, el siguiente: −
―¿Diga,  Pascual que se le ofrece. Y responde Pascual con voz  atormentada,  exclamando: ―¡Don José…., lo llamo,  porque   me envenené…!  
            La  respuesta fue ciertamente tragicómica, a  pesar de la terrible  confesión. Entonces, mi padre, colgando el auricular, alarmado, les dijo a otros empleados allí presentes: −¡Vamos para el salón…,  Pascual se envenenó…
     No demoraron en llegar, pues quedaba exactamente enfrente y encontraron a Pascual, consternado y abatido. Había sobre una mesa,  un vaso hasta la mitad con agua y en el fondo un asiento blancuzco. A su lado un pote de cartón, de  hormiguicida.
  Indicio  de  que Pascual  había intentado   quitarse la vida,   con veneno para hormigas.       
            Rápidamente se lo trasladó al hospital Fernández y allí luego de medicarlo y tenerlo en observación por un por un corto tiempo,  y sin encontrarle mayor complicación  lo dieron de alta.
 Y es que Pascual, apenas había tomado ese veneno, que además era ligeramente tóxico. Por sobre todo quiso en esa infantil  acción, llamar la atención, ser tomado en cuenta, en su  despecho por una mujer que no lo correspondía,− según recuerdo.
            Volvió Pascual por la tarde al negocio,   avergonzado,  sonriendo tímidamente  y aceptando complacido las palmadas solidarias de sus compañeros; mi padre lo regañó cariñosamente, sermón que aceptó como atinado y justo.

            Ahora,  a tantos años de aquellos hechos, tengo un recuerdo imborrable de este personaje, Francisco Pascual, que  era como un niño….., muchas veces  caprichoso y  terco, pero  siempre respetuoso y cordial …                                

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