Había
llegado a Buenos Aires, desde su Inglaterra natal. Su padre fue oficial de
caballería, del ejército de su Majestad y según recuerdo, formó parte de la agregaduría militar de la embajada
del Reino Unido en la
Argentina.
Mis
hermanos y yo, éramos niños cuando nos enseñaba inglés. Fue a principio de los
cincuenta. Ella, para esos años ya
habría pasado las sesenta primaveras.
Era
de contextura delicada, menuda, ya canosa y hablaba poco castellano con un
fuerte acento británico. Siempre la vimos
vestida de negro y usaba medias de muselina, que para esa época solo las
usaban las ancianas.
Era
humilde y austera.., más aún…, era pobre…. Se mantenía
con las clases de inglés, que daba a
domicilio por no tener,− en donde vivía− suficiente espacio o decoro, quizás.
Venía a casa, por
las tardes, unas dos o tres veces por semana. Llegaba siempre con su amable sonrisa. Nos saludaba
en inglés y en inglés habíamos de responderle. Nuestra madre, la apreciaba y siempre la
obsequiaba con te y dulces.
Todavía
está en mi mente, aquella tarde en que le
tocaba venir y llovía a cántaros desde
hacía horas. Nosotros…, niños al fin…., felices porque
creíamos que faltaría. … y así nos
libraríamos de la clase. No fue así…, y ante nuestra sorpresa y frustración la
vimos aparecer empapada, mojada de la cabeza a los pies y bajo de un pequeño e
inútil paraguas, demostrándonos que su responsabilidad estaba por encima del
clima.
Nos dio clases
algún tiempo y al llegar diciembre y terminar el año escolar, tomamos
vacaciones. Al reiniciarse el nuevo período, en marzo, vino ella a nuestra casa
para continuar con las clases. Mis hermanos y yo, ―inconsecuentes y remolones, como
éramos― a pesar de la insistencia de
nuestros padres, no deseábamos continuarlas.
Fue nuestra madre, quien la atendió y explicó, apenada, nuestra determinación. Miss
Sarah, la escuchó con una triste sonrisa. Seguramente su cariño hacia nosotros
se topó con nuestra ingratitud, la que se uniría a la necesidad de los recursos
resultantes de las clases.
Hoy
la recuerdo con cariño, y al evocarla pienso que hay en ello un reconocimiento,
una valoración a su constancia y un agradecimiento póstumo a su amorosa disposición y responsabilidad al enseñarnos. Quede aquí
entonces, en esta simple hoja de papel, un
humilde y sencillo homenaje a Miss Sarah, aquella grata y
recordada profesora de
inglés….., de nuestros lejanos primeros años…
No hay comentarios:
Publicar un comentario