LEÓNIDAS NÚÑEZ
Fue
mi maestro de cuarto, quinto y sexto grado, en la escuela Manuel Lainez,
situada en la avenida Federico Lacroze, entre la avenida Cabildo y la calle
Tres de Febrero en el barrio de Belgrano. En aquella época, el sexto grado era el fin de
la primaria. El maestro sostenía que necesitaba tres años para la
formación de un alumno. Al terminar con nosotros volvia a empezar con el
cuarto, para repetir nuevamente el
ciclo. Se graduó joven y empezó su
profesión en humildes escuelas rurales. Nos hablaba de muchas experiencias que había vivido. Su papá fue farmaceútico y tenía su farmacia en una localidad del interior donde había nacido. En sus comienzos le tocó enseñar en escuelitas muy humildes, de piso de tierra donde los alumnos encendían pequeñas fogatas para atenuar el frío. Era un excelente educador, organizado, presto a estimular, corregir y aconsejar. Tenía la virtud de
confiar y no lo defraudamos. Recuerdo que en una oportunidad llegó de improviso
al aula un inspector del Ministerio de Educación. El
maestro había salido brevemente, estábamos solos y en perfecto silencio como
él nos había instruido siempre que se ausentara. El funcionario sorprendido por nuestro silencio y orden, buscaba inútilmente la presencia del maestro en el salón que al
momento regresó. Luego de los saludos, el
visitante le alabó nuestro comportamiento y le felicitó.
Las dos últimas horas de clase de los viernes, -que eran tediosas- las dedicaba al ajedrez; él nos enseñó a jugar, después de sorprendernos jugando ocultos en clase al Ta-Te-Ti, (un juego tonto en el que empieza y conoce el truco siempre gana). Nos enseñó a declamar poesía, todavía recuerdo: “Cultivo una rosa blanca de José Martí”, -que con él aprendí-.y entre otros recuerdos, un pensamiento que nos enseñó y todavía lo empleo, dice así: “Si los pillos supieran el valor que tiene el ser hombres de bien, serían hombres de bien, de puro pillos”. Había otra personalidad en la escuela, - era Alejandro Storni- hijo de la poeta Alfonsina Storni, quien era maestro del otro sexto grado. Núñez y Storni eran amigos, muchas veces visitaba nuestro salón y nos dirigía algunas palabras. Tiempo después, Storni fue maestro de mi hermano menor, Ricardo. La Escuela Manuel Laínez, de aquellos años, dejó en nosotros, sus alumnos un maravilloso legado formativo que apreciamos con el mayor afecto. Este recuerdo es fundamentalmente un homenaje, al maestro Núñez, que fuera un ejemplo que todavía hoy, después de mas de medio siglo persiste imborrable en nuestra memoria. (www.notasdejuanyañez.blogspot.com)
Las dos últimas horas de clase de los viernes, -que eran tediosas- las dedicaba al ajedrez; él nos enseñó a jugar, después de sorprendernos jugando ocultos en clase al Ta-Te-Ti, (un juego tonto en el que empieza y conoce el truco siempre gana). Nos enseñó a declamar poesía, todavía recuerdo: “Cultivo una rosa blanca de José Martí”, -que con él aprendí-.y entre otros recuerdos, un pensamiento que nos enseñó y todavía lo empleo, dice así: “Si los pillos supieran el valor que tiene el ser hombres de bien, serían hombres de bien, de puro pillos”. Había otra personalidad en la escuela, - era Alejandro Storni- hijo de la poeta Alfonsina Storni, quien era maestro del otro sexto grado. Núñez y Storni eran amigos, muchas veces visitaba nuestro salón y nos dirigía algunas palabras. Tiempo después, Storni fue maestro de mi hermano menor, Ricardo. La Escuela Manuel Laínez, de aquellos años, dejó en nosotros, sus alumnos un maravilloso legado formativo que apreciamos con el mayor afecto. Este recuerdo es fundamentalmente un homenaje, al maestro Núñez, que fuera un ejemplo que todavía hoy, después de mas de medio siglo persiste imborrable en nuestra memoria. (www.notasdejuanyañez.blogspot.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario