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Para reafirmar lo anteriormente expresado, las presentes líneas no dejan de ser un humilde testimonio personal con el deseo de que algo de lo que fue parte de la vida quede escrito y sirva como referencia circunstancial. A pesar de ello estimo la opinión del desaparecido Dr. Eleazar Silveira, ilustre medico quien expresara que ésta era una forma de hacer catarsis. Buscando esta palabra en el diccionario, encuentro: “CATARSIS. (Del griego kátharsis, purificación) f. En estética liberación o cura de los males del espíritu gracias a las emociones provocadas por uno u otro arte”. Pienso que su opinión fue acertada. De la misma manera que la confesión bien entendida, libera al ofensor de la pesada carga que soporta su conciencia. Pero por sobre toda explicación, he disfrutado enormemente haciéndolo.

jueves, 9 de junio de 2016

LEÓNIDAS NÚÑEZ


LEÓNIDAS  NÚÑEZ                                                                                                            

                                              

                                               Fue mi maestro de cuarto, quinto y sexto grado, en la escuela Manuel Lainez, situada en la avenida Federico Lacroze, entre la avenida Cabildo y la calle Tres de Febrero en el barrio de Belgrano.  En aquella época, el sexto grado  era el fin de  la primaria. El maestro sostenía que necesitaba tres años para la formación de un alumno. Al terminar con nosotros volvia a empezar con el cuarto, para repetir nuevamente  el ciclo.  Se graduó joven y empezó su profesión  en humildes escuelas rurales. Nos hablaba de muchas experiencias que había vivido. Su papá fue farmaceútico y tenía su farmacia en una localidad del interior donde había nacido. En sus comienzos le tocó enseñar en escuelitas muy humildes, de piso de tierra donde los alumnos encendían pequeñas fogatas para atenuar el frío. Era  un excelente educador, organizado, presto a estimular,  corregir y aconsejar. Tenía la virtud de confiar y no lo defraudamos. Recuerdo que en una oportunidad llegó de improviso al aula un inspector del Ministerio de Educación.   El maestro había  salido brevemente, estábamos solos y en perfecto silencio como él nos había instruido siempre que se ausentara.  El funcionario  sorprendido por nuestro silencio y orden,  buscaba inútilmente  la presencia del maestro en el salón que al momento regresó.  Luego de los saludos, el visitante le alabó nuestro comportamiento y le felicitó. 
 Las dos últimas horas de clase de los viernes, -que eran tediosas- las dedicaba al ajedrez; él nos enseñó a jugar, después de sorprendernos jugando ocultos en clase  al Ta-Te-Ti, (un juego tonto en el que empieza y conoce el truco siempre gana). Nos enseñó a declamar poesía, todavía recuerdo: “Cultivo una rosa blanca de José Martí”, -que con él aprendí-.y entre otros recuerdos, un pensamiento que nos enseñó  y todavía lo empleo, dice así: “Si los pillos supieran el valor que tiene  el ser hombres de bien, serían hombres de bien, de puro pillos”.  Había otra personalidad en la escuela, - era Alejandro Storni-   hijo de la poeta Alfonsina Storni, quien era maestro del otro sexto grado. Núñez y Storni eran amigos, muchas veces  visitaba nuestro salón y nos dirigía algunas palabras.  Tiempo después, Storni fue maestro de mi hermano menor, Ricardo. La Escuela Manuel Laínez, de aquellos años, dejó en nosotros, sus alumnos un maravilloso legado formativo que apreciamos con el mayor afecto.   Este recuerdo es fundamentalmente un homenaje, al maestro Núñez, que fuera un ejemplo que todavía hoy, después de mas de medio siglo persiste imborrable en nuestra memoria. (www.notasdejuanyañez.blogspot.com)       

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